"EL SABER SE DEBE TANTO AL INGENIO COMO AL GUSTO."









viernes, 14 de agosto de 2015

SENDAS MATUTINAS - I



Durante el verano, los paseos por la ribera del Canal son prácticamente inexcusables. En el frescor de la mañana, la quietud de las aguas refleja el verdor de las frondosas copas de los chopos, los pájaros cantan sus maitines, los pensamientos acompasan mi marcha. No es que me dé mucho tiempo a enlazar atrayentes cavilaciones porque enseguida, me cruzo con otros paseantes, corredores o ciclistas cuyo saludo ineludible me devuelve al paisaje.
Uno de estos saludos es el de la hermana de C., que uno de los días, decidió que prefería andar un poco menos, pero volver acompañada, y así, juntas, hicimos el camino de vuelta y juntas, nos lamentamos del estado de los árboles -chopos, casi todos- de varios tramos y de la tala, según nuestro entender, poco minuciosa de algunos de los más viejos ejemplares. De esto, T. se dolía especialmente porque muchos de estos árboles los había plantado su abuelo, por lo que tenían, al menos, ciento cincuenta años.
Más adelante me descubrió  tres manzanos. Esto sí que fue toda una sorpresa para mí, por lo extraño del lugar. Probablemente -dijo- los pájaros trajeron las semillas hasta aquí. Yo escuchaba esta magistral lección de botánica con toda mi atención sabiendo como sé, que todo lo aprendió en la huerta de sus padres. Sus padres, A. y E.,  tuvieron una de las mejores huertas del pueblo y todas las mañanas, fuera invierno o verano,  se ponían a vender los productos recién cortados debajo de los soportales de la calle Mayor. Yo recuerdo, especialmente, el sabor vivo de los fréjoles, los tomates, las escarolas y lechugas, y también las flores que vendían: dalias y  crisantemos  el día de Todos los Santos y gladiolos en verano. 

Otra mañana, hice el recorrido a tres porque también venía P. Da gusto pasear, charlar y aprender de personas tan afables y con tanta vitalidad como ella. P. y su familia también tuvieron negocio en el pueblo. Ella sabe de carnes pero, su recorrido no es tan escaso, la cocina no se le debe dar nada mal, a decir por los bocados que prepara para los almuerzos de su marido, J. Mª

Y  así, casi sin enterarnos, llegamos a la Concha y nos despedimos hasta mañana entre fresas y frambuesas y consejos de 'cortadora'.

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