"EL SABER SE DEBE TANTO AL INGENIO COMO AL GUSTO."









miércoles, 12 de marzo de 2014

DELIBES y LOEWE. EL CAMPO GRANDE y LOS PAVOS REALES


"Y que en las nubes iba un pavo real..." Gabriela Mistral .


Hay tiendas que todavía guardan su alma. En esta época de globalización, donde todo es lo mismo; donde das dos pasos y tres tiendas son de la misma firma y donde todas las tiendas de esa misma firma tienen la misma fachada, la misma entrada, la misma distribución, los mismos escaparates con iguales maniquíes con los mismos gestos y las mismas prendas; no se hace muy ameno deambular por el centro. Sin embargo,  de vez en cuando, también  te encuentras con escaparates que te hacen parar para mirar un ratito lo que allí se exhibe. Y no me estoy refiriendo a lo que está expuesto para comprarlo, que ya es bonito de por sí, sino a lo que lo acompaña: a la esmerada disposición de  los otros elementos que nos susurran lo que, en algún momento, pasó por la imaginación del escaparatista y que tratan de contarnos una historia.

Este es el caso de la casa Loewe que, en sus escaparates de esta temporada, acompaña a sus excelentes y delicadas piezas de marroquinería, unos pavos reales de plumas de intensos colores, casi de tamaño natural, diría yo.
Encontrar  estos escaparates adornados con estos animales, me ha parecido muy llamativo o, si se quiere, de ciertas notas de extravagancia; pero estos pavos reales de Loewe me han hecho pararme y dedicarles un ratito a contemplarlos, al mismo tiempo que  recordaba  los pavos reales de El Campo Grande que, cuando lo cruzo en verano, los sigo con la vista, con la esperanza de ver abiertas sus majestuosas colas.
Pero ahora no es verano, y tal vez por esta razón, me he acordado de mis inviernos de universitaria cuando tomaba este mismo camino, la allée central de El Campo Grande, para ir a coger el autobús, que me llevaba de regreso a casa. Generalmente, lo cruzaba bastante deprisa y casi todos los días, especialmente los días soleados de invierno, a eso de la una, me encontraba con Miguel Delibes que, protegido por su visera, su anorak y su bufanda a cuadros, paseaba por los senderos del parque y se dejaba untar por los rayos de sol que atravesaban el entramado de los regios árboles de este jardín de corte romántico. La primera vez que lo vi, no me podía creer que fuera él; creí que lo estaba confundiendo porque, en esos momentos, era un señor más, un señor como cualquier otro de los que paseaban en aquellas horas; pero  enseguida, me di cuenta de que sí era Delibes quien  pasaba tan cerca de mí.
Alguna vez, pensé pedirle un autógrafo; pero nunca lo hice. Nunca  me decidí a hacer que se parara e interrumpiera su habitual paseo. Nunca me decidí a perder el autobús y tener que quedarme toda la tarde en la capi. Nunca puede dejar de considerarme pequeña a su lado. Sin embargo, todos los días lo buscaba y me alegraba verlo aparecer solo y con paso decidido, por el mismo sendero de la izquierda.
Después, se acabó la universidad - de todo esto hace algunos años- y ya no volví a pasar por allí a esa misma hora en mucho tiempo pero, a menudo,  cuando cruzo de nuevo, El Campo Grande, recuerdo a Miguel Delibes paseando por su ciudad y por el Parque, aunque sé que es imposible volver a encontrarlo.
Y esta se ha convertido en una más de las tantas pequeñas historias que guarda El Campo Grande, y es que, estos viejos árboles siguen cobijando a  gentes de Pucela de todas las ‘alturas’ y sus pavos reales lo festejan, abriendo sus colas multicolores ante el asombro sin rutina de paseantes y transeúntes.


Miguel Delibes 
(Valladolid, 17 de octubre 1920 - 12 de marzo 2010.)



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonita historia !!!! Rosa10

Covadonga dijo...

Muchas gracias Rosa y hasta pronto.
Saludos.