"EL SABER SE DEBE TANTO AL INGENIO COMO AL GUSTO."









sábado, 4 de enero de 2014

"SUR" UN SAC DE MAL DE L 'AIR

Cuando viajo, suelo llevar un libro no demasiado pesado porque, bastante peso ya suponen la maleta y el bolso; pero esta vez, no cogí ningún libro pensando que el trayecto quedaría amenizado con la lectura de Ronda, la revista de Iberia, que es muy entretenida. Sin embargo, no tuve en cuenta que, al viajar los primeros días del año, todavía no les había dado tiempo a reponer la nueva edición, al coincidir con fiestas. Por lo tanto, me encontré sin nada que llevarme a los ojos durante el trayecto, porque la revista que había en el bolsillo del asiento era la de diciembre y esa ya la había leído.
Pensé entonces, que podía aprovechar el viaje y ponerme a escribir algo para el concurso de relatos, al que amablemente me han recordado que participe.
Pero, por más que rebusqué en el bolso, no encontré nada sobre lo que poder extender unas cuantas palabras. Miré entonces, en el bolsillo del asiento de delante y por fin, encontré algo en blanco. Al principio, creí que me sería imposible escribir allí; el papel llevaba una pátina brillante y el boli resbalaría. Lo intenté con poco convencimiento y cuál fue mi sorpresa, cuando comprobé que el boli se deslizaba. Al comenzar a escribir pensé, que qué triste, qué pobre bolsa, ahora convertida en borrador de un insulso y anodino escrito, del que no sabía ni por dónde empezar. Antes estas reflexiones casi, casi, desisto del intento; pero, enseguida, se me ocurrió que nada de eso, que al contrario, que qué original utilidad iba a dar a esta sencilla bolsa de papel satinado y, sin dar ya más vueltas, me puse a escribir.


Entretanto, las pasajeras –supuse, una madre y una hija veinteañera- de la otra fila de asientos, llevaban, desde hacía un buen rato, una  conversación electrizante, bueno mejor dicho, un monólogo absorbente y vehemente: la joven estaba muy enfadada y yo creía que el 'sermón' se lo estaba soltando a la madre. Como yo estaba con ganas de poder escribir algo en mi flamante Air Sickness bag, la miré a ver si captaba que esperaba que bajara el tono pero, nada más lejos de la realidad; ella siguió, enfrascada como estaba, en escupir cabreos, sacar ofensas, escarnios o desilusiones. La madre, aunque callada, compartía el discurso. A mitad del vuelo, pareció que ya había vaciado toda su talega emotiva, mientras que yo seguía emborronando el terso papel con más pena que gloria.
Lo que no sé es dónde quedó recogido todo el 'desaloje' porque, en ningún momento, la vi utilizar el Sachetto mal d’aira del bolsillo de su asiento -y eso que mal, mal tenía la chica- y, sin embargo, todo estaba limpio. Tal vez la madre la hizo de Bolsa de mareo y, tal y como piden las instrucciones: ”Después de usar, veuiller replier dessus”, debió de hacer la señora, para que no se escurriera nada por los asientos. La mía, por el contrario, la guardé, sin riesgo alguno, en el bolso porque la tinta de estas cuantas frases no se desparrama.
Esperemos que el mal  de l’air, les durara solo el vuelo.
Y yo espero tener mejor ocasión para empezar a escribir alguna historia  en femenino que merezca la pena.

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